Han caído ángeles por las ventanas de dos gigantes
y ahora arden en los vagones de mi madre patria.
Ayer en mi tierra los mismos escombros removidos
en una nueva matanza lloró el pueblo elegido.
En las arenas de Aladino ya no hay refugio
y mientras la sangre se tiñe de oro negro y plomo
se inundan las almas del mayor continente
por mares que crecen como los vientres en África.
El frío congela mil alas en todo el mundo
y el tequila ya no cura los golpes a las madres
Se plantan secuestros junto al grano de café
cuando nadie nos protege de quienes nos protegen.
Y yo apagando el televisor con los ojos en agua,
rezando a un Dios en cuyo nombre se mata,
que regreses sonriendo del mercado como cada día,
trayendo comida y abrigo en tus alas.