Midnight Soret - Apartados literarios

Mariano Petrakovsky

La vuelta a ser uno

11 de mayo de 2003


Respetando siempre ese marginal silencio que se provoca cuando uno de dos comensales esta en desacuerdo con quien le acompaña, o cuando simplemente pasa un ángel seguido por otro y las palabras no son necesarias, porque el silencio no es incomodo para nosotros
De repente uno de los dos ya no lo soporta y quiere quebrarlo. Siempre la misma historia, el mismo acto con los mismos personajes e incluso el mismo teatro.

-Sabes lo que pasa Tony, que yo no soy de acá, yo no me aferro a Tandil, no me aferro a Santa Clara, ni a Buenos Aires, ni al próximo lugar donde me lleve la vida. No puedo hacerlo. No puedo extrañar lugares o personas indistintamente, porque de hacerlo. no se. no habría soportado tanto cambio, ¿entendes?
-Si, de una. pero pensá que yo nací acá, toda mi vida se alimento de este lugar y ahora me tengo que ir. Me jode, todo va a ser una mierda en La Plata, ¿te ubicas?

Afirme con la cabeza y volví al silencio. Bah. el silencio volvió a nosotros.

Cientos de cosas se agolpan en mi cabeza cada vez que decido hablar con el silencio como lenguaje.
Volver a ser uno. Volver a escatimar palabras, a guardar secretos, a ocultar mi intensa maldad, mi desmedida forma de sentir los colores y la música. Este pibe es el único que comprende y comprendió todo tal cual se lo dije. Y ahora. ¿volver a ser uno?, a estar solo para combatir esta guerra, en este campo de batalla serrano, en cada puta noche en que el enemigo me ataque desprevenido y me atraviese con su espada cargada de nostalgias, sin ser posible que mi compañero de armas este ahí, mas no sea para verme sangrar o para sangrar conmigo.
Realmente no importa como nos hicimos amigos, pero fue de esas cosas de .empezar porque si y acabar no se cuando. y eso que para los afectos soy un tipo algo frió, no extraño, no añoro, no lamento. simplemente recuerdo.
Este lugar es extraño, mas allá de las sierras, mas allá de sus olores, mucho mas allá de toda esta tierra de magnitudes y de belleza olímpica, Tandil esta cubierta de una viscosa y repulsiva masa, un defecto geográfico curioso incluso para alguien como yo, pero aun así no menos repulsivo. Quede atrapado varias veces en aquella sustancia y siempre salí aereoso. Me hundí en sus profundidades buscando mi propia Atlántida, buscando incluso aquellos vestigios de una civilización pérdida que aun pueden verse habitados por esta insulsa pegatina. Sin darme cuenta, un día algo de esa masa quedo en mi bolsillo y decidí compartirle mis penas como quien le habla al mar no esperando más respuestas que las que uno mismo puede darse. Irónicamente, aquello me contesto, aquello hablo con palabras simples pero correctas, justas, naturalmente justas.

Así lo conocí.

He sacado varias porciones más de aquella masa. Y la mayoría me agrada, me siento capaz de elegir, de distinguir, alejándome del hedor, de lo turbio y sabiendo que Tandil no es hermoso por esta suerte de yogur pasado que lo habita, Tandil es hermoso por su tierra, por su forma y porque como en el desierto, también en Tandil, crecen flores.

-Soy un colecciona ¿sabes?... un coleccionista botánico.

Tony me miro, intentando descifrar que quería decir yo con eso. Siempre lo hace porque sabe que siempre lo estoy probando. Pruebo su intelecto, tan solo como un juego, porque ya se quien, ya se como piensa y me encanta jugar. Y obtuve su mejor respuesta, el también eligió el silencio para responderme.

-Che pendejo, vamo' a Macoco dale.
-¡No!, ya fue, vamos a seguir hablando.

Lo mire, mire la cocina, mire la taza de café vacía a mi lado y volví a mirarlo.

-El próximo lo haces vos, me estas recagando.

Se levanto y puso a calentar agua, un ritual que aun hoy, después de que se fue a La Plata, cuando regresa, ejecuta sistemáticamente, usando incluso las mismas palabras.




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