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Midnight Soret - Viajes literarios
Numero 3
Mario Lezada
De Mariano Petrakovsky
3 de noviembre de 2003
El color ámbar del whisky siempre lo fascino. Sosteniendo el vaso con solo
dos dedos, lo agito para escuchar el sonido de los hielos golpeándose entre si.
Observo a través del liquido cristalino como se veía la gente, y sonrió.
De hecho siempre sonreía, y no sabia la razón real de tanta felicidad,
pero aun así sonreía.
A su 29 años, Mario Lezada estaba sentado en este mismo bar.
Un bar viejo, reformado cuando llego la movida Art Deco a Buenos Aires.
Tenia cuadros abstractos, la barra tenia una forma absurda, graciosa, todo era
de colores vivos. Por eso el miraba todo a través de su whisky, para sentirse en
un ambiente mas bohemio, como esas fotos viejas color sepia.
En este bar conoció a la mujer de su vida. Se llamaba Marcela. Aquí se enamoro
de ella, aquí mismo se casaron, e incluso tuvieron un hijo varón al que
llamaron Andrés.
Pasaron los años y su vida transcurría en aquel sitio. Apenas recordaba como
era el mundo fuera de ese bar; no como un recuerdo lejano que uno apenas concibe
como real, sino mas como una fantasía producto de tantos libros que ha leído o
películas que se le han grabado.
Mario Lezada, ya tenia 36 años.
Ahora su mujer trabajaba en la barra del bar. Su hijo, con apenas 5 años
correteaba por el lugar que siempre era habitado por la misma gente. Solo
de vez en cuando, entraba algún viajante extraviado que pedía algo y no
conversaba con nadie, salvo con Mario Lezada. así aprendió muchas cosas del
mundo exterior, como había progresado la ciencia, el principio y el fin de
muchos de presidentes en este país tan complejo, pero tan simple. Este país
que tiene una combinación de egoísmo egocéntrico y profundo sentimentalismo.
Aprendió y conoció tantas cosas en aquellos años que soñaba con salir del bar
para verlas con sus propios ojos. Pero no podía y aun así sonreía.
Mario Lezada, ya tenia 52 años.
Fue por esos años que Mario Lezada conoció a Celeste, una muchacha que
quien sabe porque razón había entrado a aquel bar olvidado.
Celeste era una muchacha de no mas de 25 o 26 años, delgada, de mirada
profunda, ojos color miel y cabello ondulado.
En cuanto Celeste entro al bar, miro directo a los ojos de Mario Lezada, y
fue un golpe directo a su alma. Conocía esa mirada, sabia que algo los unía...
pero no comprendía que.
Celeste se sentó en la silla que daba justo frente a él.
Quito el vaso de entre los dedos de Mario Lezada y le dio un sorbo largo...
casi ominoso; le brillaba el labio superior producto de la bebida, que seco o
mas bien humedeció mas con su labio inferior, y dejo el vaso en la mesa.
Ese instante fue una eternidad para Mario Lezada, miro alternativamente a
Celeste, a su mujer Marcela, a Celeste, a su hijo Andrés. Que hermosa le
parecía aquella muchacha. Como latía su corazón. Se pregunto si realmente
alguna vez había amado a alguien así, en esos pocos instantes derrumbo toda
su idea del amor, ya no amaba a Marcela, ni siquiera su hijo le importaba.
Su mundo eran esos segundos con Celeste.
Mientras Celeste permanecía allí, inmutable, sin decir palabra, solo mirándolo,
su mujer y su hijo se marcharon, mucha de la gente que "vivía"
en aquel bar se fue yendo, solo quedaba la mujer de la limpieza, Celeste, y
Mario Lezada con su vaso de whisky.
Pero un día, Celeste, sin decir palabra, bajo la cabeza, una lagrima escapo
de uno de sus ojos, se levanto y se marcho.
Mario Lezada nunca volvió a verla.
Mario tenia 65 años.
-Señorita Lezada, su padre va a estar así por siempre, pero no es razón
para no volver. - dijo el Dr. Agüero.
-No sabe lo mal que me hace verlo así Dr.; este hombre no es mi padre,
es apenas una cubierta de lo que mi madre me contó que fue.-
Celeste salió del hospital psiquiátrico para no volver. Con solo tres
años de edad no podía recordar a su padre. Y después de mas de veinte años
sentía que todavía le dolía saber que nada podía hacer por recuperarlo.
Mario intento levantarse de su silla, pero no pudo. Aun así sonrió.
En pocos días el bar volvió a poblarse de nuevas y mas interesantes personalidades.
Mario levanto su vaso, miro a través de él.
-Deja vú -dijo sonriendo.
Y así continuo su vida.
En este bar conoció a Ángela, y volvió a enamorarse.
Fin
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