Midnight Soret - Viajes literariosNumero 2Pasco 2085De Hernán Gnesutta 1 de septiembre de 2003 I
El frío recorría los andenes de la terminal de ómnibus de Retiro.
Era muy tarde, o muy temprano, nadie lo sabría con exactitud. Era "relativo".
En eso mismo estaba pensando mientras observaba como se arremolinaban las hojas
de alguna parra lejana que habían viajado hasta la terminal. Vestía un abrigado
sobretodo negro, una bufanda protegía su cuello y garganta y unos suaves
guantes grisáceos se enfundaban en los bolsillos delanteros. Era un servicio
directo a Mar del Plata. Un día de semana cualquiera. El único micro en la
plataforma. Los pasajeros se dirigían sin prisa, adormilados, hacia la parte
trasera del vehículo. Despachó su bolso y su maletín de trabajo, mostró su
ticket al chofer y subió al primer piso del bus. Era un muchacho atractivo,
si bien sus rasgos no resaltaban, tenia muchas facilidades para comunicarse y
"caer bien". -Un tipo macanudo, re gracioso- solían decir ...
Inmediatamente le llamó la atención una chica que por el momento, viajaba sola.
Ocupaba el asiento que se encontraba justo delante del suyo pero contra el
lateral opuesto del vehículo. Era joven, bonita de cara y gestos delicados.
Ordenaba meticulosamente su bolso de mano, acomodando en su interior su
cuaderno de notas, maquillaje y el sin fin de extraordinarios accesorios
que las mujeres llevan a todas partes. Mientras ella se acomodaba en el
asiento, la miró con esa postura que a veces ensayaba frente al espejo del
baño al terminar de afeitarse. Ella recorrió rápidamente sus facciones
y su elegante vestimenta y le sonrió ligeramente, como queriendo disimular
algo. Poco tiempo después el vehículo se puso en movimiento dejando abandonada
la plataforma sin adioses. Dejó pasar un minuto completo desde que el chofer
apagó las luces, dejando que la noche viajara junto a los pasajeros, hasta
que se arrimó al asiento delantero.
II
-Peluca!! Vení para acá pelotudo, no te das cuenta que nos van a fichar si te
asomas así!- gritó el Negro, ya perdiendo la poca paciencia que le quedaba.
Habían pasado toda la noche vigilando la puerta y la ventana de la casa,
tenían los oídos aguzados, pero la situación cada vez mas tensa lograba
que perdieran la calma y reaccionaran muy mal el uno con el otro.
III
Pasaron nueve días, los contó una y otra vez. Si bien creía que llevaba las de
ganar, no fue tan sencillo decidirse. Miró por cuadragésima vez en el día el
simpático papel de anotador que le había dado Andrea. Pasco 2085 rezaba y lo
acompañaba un simpático ómnibus dibujado en azul. El papelillo estaba
desgastado en los bordes y se notaba que había sido desdoblado una y otra vez.
Se encontraba cerca de la casa, luego de viajar en el transporte publico de
pasajeros, como le gustaba decir, que lo había dejado a un par de cuadras.
Mientras deshacía la distancia que lo separaba de la parada del colectivo y la
casa de Andrea, jugueteaba con el diálogo que había mantenido con ella mientras
le "robaba"su dirección. Trató de recordar alguna frase relacionada con el
barrio o la calle en si misma, pero no recordaba nada. Es mas!- pensó para
sus adentros, y con un tono burlón y acompañado de una breve sonrisa se
dirigió al aire: -ni siquiera se si es de Capital!- Estaba convencido de que
la dirección era de Capital, Buenos Aires, pero le daba vueltas al tema para
ocupar su conciencia con algo ... mantenía que no servía de nada planificar
una conversación, o llevar varios tópicos de charla preparados. Le gustaba ser
totalmente espontáneo y eso siempre le resultó. Llegó al lugar miró en derredor
como para cerciorarse de que era la dirección correcta. La fachada de la casa
estaba bastante deteriorada, la puerta de entrada estaba entornada e invitaba
a pasar a un largo pasillo con baldosas poco cuidadas y con una suave capa de
tierra. Había dos o tres macetas que ya no cuidaban plantas y unas cuantas
manchas de humedad a casa lado del pasillo. Fijó su mirada a un costado del
umbral y no encontró timbre alguno. Lo pensó dos veces y se encogió de
hombros. Avanzó con paso firme hasta la puerta del final del pasillo.
Este era interminable pensó y se dio vuelta para observar la puerta de calle,
estaba como a veinte metros cuando llegó hasta la puerta de la casa. Miró a
ambos lados y no encontró el timbre. La puerta tenía un desvencjado llamador
de bronce de muy mal gusto. Lo tomo con su mano derecha y dio dos golpecitos
simpáticos. Aclaró silenciosamente la garganta y aguardó la respuesta ...
Fin |