Dos Mil Siete
Ya no estoy tan triste.
-no estés triste- me dijo en su disco, y yo lo tomé para mi, hice mía esa frase atemporal que se atesoró en el placard.
Soriano escribiría: solitario y final, más no estoy solo, si bién es el final. Es el final para los ciclos y una excusa para los sueños de los hombres. El envoltorio de un nuevo alfajor, que brilla, se ríe de nosotros y nos promete una osadía al futuro inmediato.
Este final que me encuentra con tus ojos, increíbles, corpóreos. Con tu mirada, que se pierde en mis lugares comunes. Que me deja con el sabor incierto de las frases a medias, que se completan justamente con el correr de las horas del Domingo. Del día que se ensancha y nos deja almorzar en el poniente, contemplar las estrellas del alcohol. Nos embriaga con la voz de Sarah que por un momento sentimos en el despertar.
Nuestro balcón de tarde, de noche y de siempre que nos cobija y nos hamaca, nuestro balcón de este año que comienza y nos espera desde la contemplación.
-no estés triste- me dijo en su disco, y yo lo tomé para mi, hice mía esa frase atemporal que se atesoró en el placard.
Soriano escribiría: solitario y final, más no estoy solo, si bién es el final. Es el final para los ciclos y una excusa para los sueños de los hombres. El envoltorio de un nuevo alfajor, que brilla, se ríe de nosotros y nos promete una osadía al futuro inmediato.
Este final que me encuentra con tus ojos, increíbles, corpóreos. Con tu mirada, que se pierde en mis lugares comunes. Que me deja con el sabor incierto de las frases a medias, que se completan justamente con el correr de las horas del Domingo. Del día que se ensancha y nos deja almorzar en el poniente, contemplar las estrellas del alcohol. Nos embriaga con la voz de Sarah que por un momento sentimos en el despertar.
Nuestro balcón de tarde, de noche y de siempre que nos cobija y nos hamaca, nuestro balcón de este año que comienza y nos espera desde la contemplación.
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