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Midnight Soret - Expediciones
Villa Alpina - Champaqui - Cumbrecita, atando cabos
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Preliminares
A comienzos del mes de Agosto tomamos cuenta que estaba próximo un fin de semana largo y que nuestras almas demandaban paz y aire puro. Analizamos algunas alternativas y en la mayoría de ellas nos encontramos limitados por contar con solo tres días para nuestras actividades. Con tan poco tiempo, las opciones razonables eran un viaje al cerro Tres Picos en la provincia de Buenos Aires o en su lugar visitar el cerro Negro (vecino al cerro Champaqui) en la provincia de Córdoba. Al igual que en otras ocasiones y teniendo en cuenta que no quedamos muy satisfechos con la experiencia en Sierra de la Ventana, preferimos poner rumbo hacia Villa General Belgrano en la provincia de Córdoba y una vez ahí decidir nuestro destino.
No sabíamos cuales serían nuestras actividades en el viaje, pero pensábamos en adentrarnos entre las sierras como algo mas interesante que alcanzar una cima. Con perspectivas de largas caminatas tomamos mucho cuidado al armar las mochilas, llevando solo aquello que fuera impresindible: el peso extra es enemigo de las caminatas, una valiosa lección que aprendimos en el viaje a Los Calabozos donde por exceso de peso no logramos nuestro objetivo. La idea llegó al extremo de no llevar un par de calzado extra, ni prendas o elementos que pudieran brindarnos mas confort, higiene o alternativas en caso de lluvia.
Los pasajes los compramos en nuestra agencia de viajes amiga, esto ya se hizo costumbre y ciertamente nos ahorra el esfuerzo de tener que ir hasta la terminal o preocuparnos por la forma de combinar los horarios de los ómnibus para llegar a destino.
Día 1. Viernes 13 y Sábado 14 de Agosto de 2004
El viernes a las 21:15 subimos en la terminal de Retiro al ómnibus de la empresa Valle de Calamuchita, cada pasaje costó $45.00 y el micro partió a la hora prevista. Las butacas eran muy incomodas y fuimos castigados toda la noche por una excesiva calefacción, que colmando nuestra paciencia causó que parte del viaje lo hiciéramos con el torso desnudo.
Llegamos a Villa General Belgrano a las 08:30 según lo previsto. Con un poco de táctica y estrategia logramos adelantarnos y comprar los últimos dos pasajes para la combi de la empresa Pájaro Blanco que partía a las 09:00 hacia Villa Alpina, llegando a la boletería antes de que la demás personas que viajaron con nosotros agotaran los asientos.
Por motivos que desconocemos Pájaro Blanco demoró la salida de la combi hasta las 10:30, eso puso en jaque nuestros planes para el resto de la jornada (una hora es la diferencia entre caminar de día o de noche), pero nos dio tiempo para tomar un desayuno en una estación de servicio y comprar algunas cosas que habíamos olvidado. Los precios resultaron estar aproximadamente un 20% mas altos de lo que uno podría encontrar en cualquier comercio de Buenos Aires.
El viaje en combi hacia Villa Alpina nos trajo muchos recuerdos de otros viajes, nos preocupó el ver que las sierras altas se veían poco nítidas, tapadas por un leve manto de neblina. Una hora después estábamos en Villa Alpina, en el comienzo del sendero que lleva hacia el cerro Champaqui.
Comenzamos la caminata a través del pinar y nos llamó la atención cruzarnos cada tanto con grupos que seguían el mismo sendero que nosotros. Nos detuvimos cerca de las 13:00 faltando media hora para llegar al puesto Lopez , tomamos un breve almuerzo que tuvo como protagonista a las mejores empanadas que se pueden conseguir en Buenos Aires(*). Con las energías renovadas seguimos nuestro camino, sin detenernos en el puesto Lopez que albergaba a la sombra de los pocos árboles que tiene unas 20 personas, que estaban tomando un descanso y sin duda llevaban nuestro mismo destino.
Luego del puesto Lopez el peso de las mochilas en nuestras espaldas y la falta de descanso de la noche anterior comenzaron a sentirse cada vez mas, haciendo que avanzáramos mas lentamente. Así y todo llegamos al refugio Escalante cerca de las 17:30 tomando 06:30 para la caminata.
En el refugio hablamos con Roberto que es el encargado del lugar, llevábamos la carpa con nosotros pero nos resultó mas cómodo pagar $10 por cabeza para pasar la noche en una habitación compartida, también nos enteramos que se cobra $5 por el almuerzo o cena y $2 por un desayuno o merienda, por poner una carpa no se cobra nada. No quedaban demasiados lugares libres en esas habitaciones, para reanimarnos tomamos una merienda en el comedor que consistió en mate cocido sin leche y unos panes con mermelada (luego averiguamos que siempre sirven lo mismo para el desayuno y la merienda).
A diferencia de nuestro viaje anterior encontramos que el refugio estaba colmado de gente, eso no nos gustó pues buscábamos paz y tranquilidad. Las personas que estaban en el refugio podían dividirse en dos clases, aquellos que habían venido en un grupo contratado (al estilo tour) y el resto. La gente de los grupos resultó tener comportamientos que dejaban bastante que desear respecto a convivencia y la idea de compartir con ellos mas tiempo del mínimo necesario comenzó a enfermarnos.
Estábamos muy cansados, pero aun así empezamos a evaluar alternativas de actividades que nos alejaran de esa zona, buscando algún lugar mas pacífico. Sin embargo el peso de las mochilas hacia las veces de lastre y el escaso tiempo del que disponíamos tampoco nos ayudaba demasiado, entre las alternativas que evaluamos estaban:
- Explorar la base del cerro negro e intentar llegar a la cima.
- Quedarnos en el refugio y descansar el resto de los días.
- Prender fuego al refugio y/o a la gente que había en el.
- Ir a pie hasta La Cumbrecita, por entre medio de las sierras altas.
Luego de bastante discusión, descartamos las primeras tres opciones y llegamos a la conclusión de que la mejor alternativa era contratar una mula que llevara nuestras mochilas y darnos a la caminata por entre medio de las sierras altas, pasando por el cerro Corona hasta llegar finalmente a La Cumbrecita. Charlamos con Roberto y nos dijo que ese recorrido podía hacerse en 05:00 a buen paso, nos explicó que el sendero a seguir estaba poco marcado ya que era una ruta que nadie utilizaba (eso nos gustó) y que sería bueno que alguien nos guiara. Acordamos $60 para que Mabel y Lorena (esposa e hija de Roberto) nos acompañaran al día siguiente.
Cenamos en el comedor unos platos de arroz con salsa y carne estofada que estaba muy rico (luego averiguamos que el menú del refugio alternaba entre arroz y fideos). De sobremesa tratamos de disfrutar de un cielo despejado que ofrecía unas estrellas muy bellas, pero las luces (sol de noche) de las carpas y demás refugios cercanos arruinaban el espectáculo. Tratamos de irnos a dormir, ocasionalmente algún desconsiderado parte de algún tour entraba a la habitación gritando o con ganas de molestar y despertaba al resto.
Día 2. Domingo 15 de Agosto de 2004
Nos despertaron los gritos de algún cretino que creía que todos queríamos despertarnos a las 07:00 y aplaudió para despertar al resto. Un rato después nos pusimos en movimiento y luego de prepararnos un desayuno de mate y pan con paté, armamos nuestras mochilas y esperamos a que la mula y nuestras acompañantes estuvieran listas para partir. Esto no sucedió sino hasta las 10:00 lo cual nuevamente nos puso inquietos, hubiéramos preferido arrancar el viaje mas temprano.
Antes de partir tuvimos una necesidad inexplicable, irrefrenable e incontenible de tomar venganza por la incomodidad que nos había producido la falta de camaradería por parte de tours que visitaban el lugar. La manifestación de esta necesidad estuvo a punto de ser un acto de vandalismo similar a orinarle la bolsa de dormir al estúpido que se puso a molestar en voz alta pasada la medianoche. En su lugar y luego de una discusión animosa logramos acordar que no tenía sentido semejante barbaridad y que nos conformaríamos llevándonos los cordones de las zapatillas que el estúpido había dejado a los pies de su cama. De este modo, el calzado del flaco sirvió para purificar nuestra ira hacia el exceso de turistas.
Sin las mochilas en nuestras espaldas pudimos avanzar mucho mas rápido y con menos desgaste físico, resultó ser cierto que el sendero estaba poco marcado y que hubiera sido muy difícil seguirlo sin la ayuda de Mabel. No nos gustaba tener que pagar $60 por la travesía, pero entendimos que al grabar nuestro recorrido en el GPS estábamos en algún sentido comprando una ruta que une la base del cerro Champaqui con La Cumbrecita, y tal vez podríamos utilizarla en alguna otra oportunidad o compartirla con alguien.
El sendero que seguimos pasa por lugares con vistas increíblemente bellas, hay varios cursos de agua, cañadas, llanuras y pampas enmarcadas en un fondo donde el cerro Champaqui y el cerro Negro se imponen como dos guardianes en el horizonte. El arrullo del viento al agitar los altos pastizales y los cóndores vigilando desde las alturas hacen de esa zona un secreto oasis de paz y belleza.
La primer parada la hicimos cerca de las 13:00 en el puesto Ledezma que pertenece a Roberto y Mabel, allí fuimos recibidos por familiares de Roberto y nos dispusimos a almorzar. Improvisamos unos sandwiches de salamín, jugo de naranja en sobre y descansamos un buen rato a la sombra de un mimbre. La parada demoró cerca de 01:00 y bastante reanimados continuamos con nuestro recorrido.
Una hora después y apresurando el paso porque a lo lejos se veía avanzar la niebla, llegamos a uno de los puestos de la familia Pino (apellido de soltera de Mabel). Aunque fuimos muy bien recibidos, no pudimos evitar darnos cuenta que esa gente no esta acostumbrada a tener visitas de personas que no sean de la zona, eso nos hizo sentir un tanto incómodos. La parada fue muy breve y continuamos nuestro camino.
El sendero pasa cerca del puesto de Horacio Pino que visitamos en nuestra visita anterior a La Cumbrecita y luego se dirige hacia el cerro Corona. Al acercarnos hacia el cordón donde esta el cerro Corona fuimos alcanzados por la niebla, era húmeda y muy fría. Casi sin darnos cuenta encontramos nuestra ropa cada vez mas húmeda y también cada vez había menos visibilidad.
Cerca de las 17:00 llegamos al cerro Corona, Mabel se despidió y nos sugirió que nos apresuráramos ya que el clima estaba por empeorar de un momento a otro. Con las mochilas al hombro comenzamos el descenso por una ruta que ya conocíamos y nos haría pasar por el puesto Casas Viejas. Durante la bajada comenzó a caer una llovizna suave y muy fina que sin prisa pero sin pausa nos fue mojando hasta hacernos la caminata bastante incómoda.
Una vez que pasamos Casas Viejas el terreno es mucho mas llano, y eso nos permitió acelerar el paso y llegar a La Cumbrecita un poco antes de las 18:30 cuando todavía era de día. Fuimos hasta el camping a saludar a Lucas y Melina (sus dueños) que se sorprendieron al vernos, les contamos de nuestras andanzas y nos ofrecieron utilizar un trailer para pasar la noche en lugar de armar la carpa bajo la llovizna. También nos prepararon el calefón para bañar nuestros helados y mugrosos cuerpos.
El trailer resultó ser un carrito de transporte para automóvil, al que le habían fabricado una estructura de caños de aluminio sobre la que descansaba un lona, formando una especie de carpa. Si bien nos ahorro el tener de armar la carpa, tuvo la desventaja de que tenía muchas aberturas por donde se metía el viento frío, no dando mucho resguardo en ese sentido pero si de la llovizna.
Nos dimos una ducha y sentimos en rigor los malestares asociados a la intensa actividad que tuvimos en los últimos dos días, lesiones en tobillos, rodillas, quemaduras de sol, ampollas abiertas, dolores en los oídos por los cambios de altura y algunas otras cosas mas que preferimos no contar. Sin duda que nos habíamos pasado de la raya y nos sentíamos bastante incómodos. De todas formas, nuestro ego estaba feliz como pocas veces ya que habíamos cumplido con las metas que nos habíamos fijado.
Por la noche preparamos una buena olla de polenta con salsa y de haber estado en mejor condición hubiéramos ido a buscar un vino al pueblo, pero un vaso de agua y meternos en la bolsa de dormir resulto una alternativa mas seductora.
La noche fue compleja, entre sueños sentimos que algo nos tocaba o nos acariciaba por fuera de la bolsa de dormir. Casi nos agarramos a trompadas... pero un instante antes descubrimos que estábamos compartiendo el trailer con varios gatos (felinos, no de los otros) que se habían metido dentro para protegerse de la lluvia. Los echamos, pero mas tarde volvieron y nos despertaron de nuevo, en algún momento se cansaron de que les tiráramos cosas por la cabeza y se resignaron a la intemperie.
Día 3. Lunes 16 de Agosto de 2004
No logramos dormir mucho. La mañana resultó muy fría, con una neblina muy densa pero sin llovizna. Nuestras prendas y calzado estaban bastante húmedos, habíamos traído un pantalón extra justamente por si a caso nos mojábamos pero tuvimos que aguantarnos las zapatillas mojadas.
Estuvimos descansando hasta cerca de las 13:00 cuando armamos las mochilas, saludamos a los dueños del camping y fuimos al pueblo en busca de nuestro merecido premio: te y torta.
Habíamos hecho reservas anticipadas en Pájaro Blanco para tener pasaje de regreso desde La Cumbrecita hacia Villa General Belgrano, pero en la panadería de La Cumbrecita (ahí es donde funciona la boletería de Pájaro Blanco) nos dijeron que no les había llegado ninguna reserva para nosotros (si, gente de palabra...). De todos modos quedaba lugar en el micro así que cerca de las 19:00 estábamos en Villa General Belgrano y estando lleno el restaurante de la terminal de ómnibus, nos buscamos un bodegón en la avenida principal donde nos tomamos otra merienda mas.
Nuestros pasajes de vuelta eran por la compañía Chevallier, habían costado $51 cada uno y decían coche cama ejecutivo. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que el micro entraba mas bien en la categoría común con aire, por supuesto como puede uno quejarse cuando la opción es quedarse a 700km de casa y sin saber hasta cuando.
Una vez arriba del ómnibus descubrimos que el chofer que iba al volante era la primera vez que haría el recorrido desde Villa General Belgrano hacia Buenos Aires. Su compañero que si parecía experimentado le iba dando las indicaciones sobre el camino en voz muy baja para que el pasaje no las escuchara, nosotros estábamos en la segunda fila así que nos fue inevitable escuchar conversaciones como:
Chofer experimentado (CE): Bueno, ahora viene una curva cerrada, tomala en tercera.
Chofer novato (CN): Dale. -- Toma la curva en por lo menos cuarta.
CE: Que haces!?, en tercera te dije, no me escuchaste?.
CN: Uy... si... disculpá.
O sino:
CE: Esta tomala muy despacio, porque la ruta se angosta en la curva y si te pasás un poco al otro carril casi seguro que te comés uno de frente.
CN: Ah...bueno. -- Toma la curva a las chapas.
CE: Che, dame bola!...cuando te digo despacio es DES-PA-CIO.
Teniendo la muerte tan cerca nuestro, nos dedicamos durante la noche a filosofar y aguardamos despiertos y alertas dispuestos a salvar nuestras vidas cuando el chofer novato chocara el ómnibus.
Llegamos a Buenos Aires, íbamos hacia nuestras casas con nuestras mochilas en la espalda mientras, la mayoría de la ciudad se iba de sus casas con los maletines en la mano.
Cosas que quedaron en el tintero
Luego de volver a la gran ciudad, nos quedo la sensación de no haber disfrutado lo suficiente del viaje. Al mirar las fotos sentimos que nos dejamos llevar por el ansia de recorrer mucho y rápido, como si estuviéramos en una competencia y eso nos hizo perder la magia que tiene estar en un lugar solitario en lugar de solo transitarlo. Sin duda que el ritmo acelerado de la ciudad a calado profundo en nuestras costumbres y nos prometimos ser mas cuidadosos al respecto en nuestros próximos viajes. En resumen, hicimos todo lo que planeamos, pero nos quedó en el tintero descansar.
Notas:
Gracias Analía!!
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